El paso del tiempo tiene sus efectos sobre una relación. No solo afecta, desde el punto de vista biológico, a hombres y mujeres, sino que impacta directamente sobre la pareja como tal. Puede que una relación de larga data pierda un poco de su chispa inicial, de la creatividad de los nuevos amantes. Puede que una relación monógama sea un concepto un poco anticuado, y que la pretensión de la fidelidad ya no sea vigente en estos tiempos. Lo que muchas parejas hacen para reavivar la relación, en lugar de verla marchitarse, es involucrarse con otras personas sexualmente. Eso sí, siguiendo unas reglas bien precisas en una tendencia que los convierte en ‘swingers’.
¿La solución a todos los problemas de la pareja?
Afirmar una cosa asía sería absolutamente irresponsable. Se trata de una práctica reservada a las parejas sexualmente sanas, que son abiertas y se sienten lo suficientemente cómodas internamente como para dar el paso. No se trata de un remedio cuando la pareja está atravesando por un momento difícil, pues el mutuo acuerdo y la comunicación son fundamentales.
Es indispensable que, cuando la pareja decida iniciarse en esta práctica, la decisión sea consensuada. Ninguno de los dos debe ser presionado y ambos deben sentir la seguridad de poder experimentar a su propio ritmo sin temer que su pareja los deje.
Las reglas para que funcione
Una vez tomada la decisión en las condiciones antes descritas, la pregunta es: ¿cómo ponerla en práctica? Y con el ‘cómo’ claramente nos referimos al mecanismo, tomando en cuenta las graves implicaciones que puede tener esta práctica para la pareja si algo no sale bien. Lo ideal es que ambas personas dentro de la pareja estén en la capacidad de diferenciar la imagen del amado, del compañero de vida, de su aspecto sexual, al menos momentáneamente.
La idea detrás del interés por realizar esta actividad no debe ser evitar el dolor de una infidelidad, o poner a prueba el amor, sino simplemente satisfacer fantasías placenteras en compañía de la propia pareja. Las reglas son claras: no es no, que implica que cualquier participante puede negarse a realizar cualquier cosa y en cualquier momento, sin tener que justificarse; uso obligatorio de preservativos, por un tema de higiene y seguridad principalmente; y, sobre todo, el no entrar en un compromiso afectivo con las personas ajenas a la pareja.
Las personas que deciden aventurarse en la práctica de esta actividad deben ser capaces de entrar y salir de ellas sin consecuencias más que un placer añadido. No deben sentir la necesidad de repetir los encuentros, ni sentirse en culpa o autoreprocharse de no querer volver a hacerlo. Además, es bueno no arriesgarse a proponer una cosa de este tipo a cualquier pareja conocida, sino asistir a los lugares de reunión o clubes donde asisten exclusivamente las personas interesadas, para evitar levantar opiniones negativas sobre la propia sexualidad. Como hemos dicho antes, la comunicación es la clave para partir de una base sólida a la que podría ser una aventura divertida más en pareja.